viernes, 14 de septiembre de 2007

Crecer sin olvidarse del barrio

Por la ciudad
Crecer sin olvidarse del barrio

Por Angeles Castro

Una ciudad que no crece termina siendo inviable. Una ciudad que crece sin criterios mínimos de desarrollo sustentable y armonía, también. En Buenos Aires, la construcción de torres aumentó a un ritmo vertiginoso durante el último año en los barrios de Villa Urquiza, Coghlan, Núñez, Palermo, Villa Pueyrredón y Caballito. En algunos de ellos, las superficies con permiso de obras para viviendas suman este año el doble de las registradas en el mismo período de 2005.

Explican los inversores la explosión por la amplia demanda existente. Lo curioso es que históricamente la gente ha elegido radicarse en esos barrios porque conservaban un paisaje dominado por casas bajas, en el que los edificios habían logrado insertarse sin alterar el ambiente vecinal.

Si la construcción de torres mantiene la tendencia actual, dentro de diez años la fisonomía de aquellos barrios aparecerá tan cambiada que habrá arrasado con el carisma del que hoy se enorgullecen. ¿Habrá sido ése el resultado esperado de la amplia demanda existente?



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Un ejemplo de cómo puede mutar el paisaje urbano: los vecinos de Villa Urquiza ven con inquietud cómo se extienden las tapias que prenuncian inminentes demoliciones en la manzana de Olazábal, Andonaegui, Blanco Encalada y Altolaguirre. Desde la ochava de Blanco Encalada y Andonaegui cubren cuatro casas contiguas sobre Andonaegui, incluida la del terreno que hace esquina. Sobre Blanco Encalada sobrevive una heroica propiedad, y le siguen otras dos casas ya tapiadas. Sobre Altolaguirre crece un edificio allí donde antes había una casita de estilo inglés.

Cuando todas hayan sido convertidas en modernos edificios, la manzana habrá perdido la casona colonial que albergó una residencia para mayores, la imponente casa gris que alegraban dos ovejeros alemanes y la casa estilo inglés en la que hubo un jardín maternal, entre otras. En su lugar habrá una seguidilla de torres sin mayor identidad que "la de la esquina" o "la de mitad de cuadra".

Sería absurdo plantear un freno a la construcción, una actividad que marca el crecimiento económico de un país golpeado por las crisis y que emplea a miles de personas. Una ciudad necesita crecer.

Sí cabe, en cambio, exigir racionalidad y armonía; las autoridades no deberían permitir que los operadores se "ensañaran" con una veintena de manzanas en un barrio de 300. Ni que concentraran sus emprendimientos en sólo 10 de los 49 barrios porteños.

Por eso, la discusión abierta en los ámbitos legislativo, académico e inmobiliario requiere que el sentido común acompañe la revisión de los códigos y las ecuaciones financieras. Porque, más que al colapso de los servicios, la construcción de torres conduce al fin del pintoresquismo que caracteriza el alma de los barrios. Con equilibrio, la ciudad podrá crecer sin perderlo.

acastro@lanacion.com.ar

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