lunes, 30 de julio de 2007

Un Estrada que insiste en demoler




Por Sergio Kiernan

El inefable Santiago de Estrada, presidente en ejercicio de la Legislatura porteña y legislador –saliente– del PRO, insiste en lo que parece ser su proyecto más amado, lograr que se demuela la vieja casona de la calle Membrillar. De Estrada demuestra así que ni siquiera la campaña por la segunda vuelta de su jefe político, Mauricio Macri, le importa tanto como los deseos de su verdadero lugar de pertenencia, la iglesia. Es que la casa de la primera cuadra de Membrillar, protegida como parte del APH 15 de Flores, fue demolida a escondidas por la parroquia de Flores, su dueña por legado. La parroquia quiere despejar el terreno de esa reliquia tan molesta, que lo desvaloriza. Y De Estrada no tiene problema: propuso una insólita “descatalogación” del edificio, retroactiva, para darles el gusto a sus reales líderes. El proyecto fue firmado además por Miguel “Pancho” Talento, que milita en el kirchnerismo, pero cuya señora madre es miembro de la parroquia demoledora. El 21 de diciembre, después de vaya a saber qué intercambio de figuritas, el proyecto pasó por la mayoría mínima de 31 votos. Y el 25 de enero, en un gesto que lo honra, el jefe de Gobierno Jorge Telerman vetó la ley. Telerman entendió que dejar que se demuela la casa de Membrillar significaba vaciar por completo el sistema de protección del patrimonio porteño, porque a partir de ese evento bastaba demoler –hecho consumado– y luego buscarse un amigo influyente –como De Estrada– que consiguiera una excepción.
Pues la historia no terminó: De Estrada deja su mandato en octubre, rumbo tal vez a cargos más exaltados, y quiere terminar su período de legislador –dador de leyes– rompiendo una. Parece que este jueves vuelve a la carga para revertir el veto de un jefe de Gobierno también de salida, darle el gusto a la iglesia y dejarnos con el sistema legal de protección al patrimonio quebrado. Y todo en el momento más álgido de la campaña electoral porteña.
La casa de Membrillar tiene una larga historia y es de las muy pocas construcciones del siglo diecinueve que quedan en lo que fue una ciudad, pasó a hermoso barrio bien construido, pero terminó casi completamente demolido y sobresaturado. En 2003, la casa fue demolida un sábado a la noche, como dicen justamente en Flores, de araca, y no desapareció porque los vecinos saltaron, denunciaron, protestaron, hasta llamaron al defensor del Pueblo. Se abrió una causa legal, que languidece mientras pasan los años, y entonces comenzaron las operaciones políticas.
Las razones que exhibe la parroquia, abundante y emotivamente enumeradas en una tensa audiencia pública en la Legislatura, para explicar por qué necesita el dinero, son inobjetables. Flores es un barrio con muchas necesidades sociales y su parroquia hace un trabajo más que activo en esta área. Pero ni siquiera esto exime a la iglesia de cumplir una ley tan clara y tan básica, cosa que sus defensores saben y que defienden, débilmente, con argumentos formales –que el correo, que la firma, que la comunicación– y airadamente acusando a los preservacionistas de ser anticatólicos. Membrillar es un bien protegido de manera clara y simple. No se puede demoler y si se demuele la pena es un FOT muy bajo, o sea un permiso para construir menos de lo que había en el lugar. Con lo que el terreno pasa a valer nada.
De Estrada, jefe de los legisladores, sabe esto, pero su actitud ya muestra rasgos de una rigidez difícil de entender. Hasta se le propuso, desde la Comisión de Patrimonio de su propia Legislatura, que se permita construir un edificio pero preservando la fachada original como parte de la nueva, recurso usado con éxito en varios edificios porteños. De Estrada se niega siquiera a considerar la opción.
Tal vez sea lo que se llama una actitud proactiva, o ganas de quedar muy bien con alguien. O tal vez sea simplemente una indiferencia completa hacia el tema patrimonial, a la historia. En ese caso habría que señalarle qué impresión crea que una figura prominente en un partido que aspira a conducir la ciudad dedique tanta energía a lograr excepciones para sus amigos.


Réquiem: sepelio a un edificio histórico

La ex Mutual continúa en demolición: se perderá un edificio de alto valor patrimonial. Si bien los amparistas hemos logrado que se preserven algunos elementos interiores, los arq. Marcelo Magadán y Favio Clementieri, especialistas en temas de preservación y patrimonio, coincidieron en que se pierde un representante valiosísimo de la arquitectura de los años 20 en Buenos Aires. Como éste, varios seguirán su camino de destrucción si los vecinos no hacemos algo.
Es importante que nuestra indignación como vecinos que vemos cómo día a día cae un edificio típico de Buenos Aires llegue a los responsables de este crimen arquitectónico: el Gobierno de la Ciudad, y la Legislatura de la ciudad.

Réquiem y sepelio:

En una fecha a determinar (será un viernes a mediados de agosto) los vecinos nos juntaremos por la tarde-noche a "llorar" la muerte de la ex Mutual. Habrá música fúnebre, personajes destacados del barrio y arquitectos que expondrán sobre el problema de la desaparición del patrimonio arquitectónico.

Se leerán adhesiones a este reclamo que nos llegan de personas e instituciones locales e internacionales.

Se pedirá públicamente un "decreto de emergencia del patrimonio arquitectónico", que redactaremos en breve y haremos firmar. Luego haremos una
"procesión" a los edificios de Callao 1250 y Las Heras y R. Peña, edificios próximos a morir si nosotros no actuamos..

Para organizar el "Requiem y Sepelio" necesitamos tu ayuda: te recuerdo que somos vecinos comunes sin ninguna infraestructura, y para esto es imprescindible la colaboración de todos los que puedan aportar algo.

Necesitamos:
-contactos con artistas, escritores, personajes destacados del barrio e interesarlos en participar de este repudio vecinal.
-presencia de arquitectos, organizaciones relacionadas con el patrimonio, vecinos, etc.
-voluntarios para difusión: hablar con gente, contactos con periodistas, etc., comunicar el dolor de los vecinos y difundir lo que haremos.
-adhesiones personales o vía mail de personas, instituciones vinculadas con la arquitectura, la ciudad y el patrimonio. Haremos una carta de "adhesión" al reclamo.
-equipo de sonido: un micrófono, amplificador y parlante
-grupo electrógeno
-pequeño estrado elevado para los que van a hablar (vecinos podrán participar hablando 1 minuto)
-grupo de música "ad honorem" que adhiera a la causa: podrán tocar en total unos 15' de a intervalos una música adecuada.

Es importante recordar que esta reunión vecinal no tiene carácter partidista: es un reclamo a los responsables: Gobierno y Legislatura.

Esperamos tu respuesta via mail o tu presencia en las reuniones organizativas. Participá! No te quedes mirando cómo destruyen hoy y para siempre el patrimonio de la ciudad.

Saludos,

Santiago Pusso
Tel: 4821-4207

Reuniones: viernes a las 18:30 en el Coffe Store de de Las Heras y Callao

SUMATE a bastadedemoler@gruposyahoo.com.ar,
SON MÁS DE 100 CONTACTOS Y YA NO PODEMOS ENVIAR TANTA CANTIDAD DE MAILS POR RESTRICCION DE YAHOO (evitar el spam)

Callao 924 - Una solución que no fue ideal

El petit hotel de Callao 924 será demolido, pero sus dueños van a crear tres salones de uso público con las antigüedades más notables del edificio. Esta pieza patrimonial se hubiera salvado si el Ministerio de Cultura porteño se hubiera molestado en compilar una lista de piezas a proteger, de acuerdo con una ley reglamentada hace ¡15 meses!

Por Sergio Kiernan
El petit hotel de Callao 924 será demolido y reemplazado por una torre de oficinas de muchos, muchos más pisos. Pero no todo está perdido: con fina inteligencia, su dueño hizo una propuesta generosa el viernes pasado, en la audiencia de conciliación obligatoria que tuvo con los vecinos que protestaban y con los legisladores porteños Teresa de Anchorena y Facundo di Filippo. Ese día, el empresario explicó que preservar el petit hotel le resultaba económicamente suicida pero que estaba dispuesto a no vender las muy finas antigüedades que ornan sus interiores. De hecho, propuso recrear los dos salones más elegantes y decorados de la casona en ambientes de las mismas medidas y proporciones en la planta baja de la torre a construir. Estos salones tendrán las boisseries, parquets, chimeneas y aperturas que instaló Luis Martín en el original, más los espectaculares vitrales que ahora ornamentan palieres. Y un tercer ambiente reunirá elementos de primera agua rescatados de otros lugares de la casa. Las tres habitaciones estarán disponibles tanto para los futuros inquilinos comerciales de la torre como para grupos sociales y patrimoniales del barrio.
La solución no es la ideal, ciertamente, pero dado que el gobierno porteño no movió un dedo para cumplir la Ley de Patrimonio votada en 2003 y reglamentada a regañadientes en 2006, que hubiera salvado el edificio, hay que aceptarla con alegría. Y reconocerle el espíritu cívico y la visión empresaria a los propietarios del edificio, que cancelaron la venta de las antigüedades estructurales del petit hotel y van a crear tres salones seguramente notables y mucho mejores que cualquier cosa creable hoy en día.
Callao 924 fue por muchos años la sede de una mutual, con su planta baja tontamente remodelada con ese criterio que privilegia lo nuevo sobre lo bueno. La casona es un elegante ejemplo de una tipología tan común en otros tiempos, el petit hotel de ville, que ya está al borde de la extinción entre nosotros. La cuadra de Callao al 900 estaba entera hasta hace pocos años, cuando perdió dos casas, reemplazadas por torres. El 924 será el tercer caso.
Cuando se alzaron las mamparas de demolición, aparecieron los vecinos movilizados de Recoleta, ya irritados por tanta piqueta que destruye edificios notables para reemplazarlos por arquitecturas ramplonas, de mero valor comercial y bastante falopas en cuanto a materiales. Como ningún jefe de Gobierno jamás se interesó en detener la destrucción del patrimonio porteño –ni el presidencial Fernando de la Rúa, ni el progresista Aníbal Ibarra, ni el cultísimo Jorge Telerman– este tipo de edificios no tiene ninguna protección. Los vecinos armaron un respetuoso piquete en la puerta, llamaron a los medios y presentaron un amparo contra la constructora ante la Justicia federal.
A la vez, la presidenta de la Comisión de Patrimonio de la Legislatura, Teresa de Anchorena, y el legislador Facundo di Filippo presentaron otro ante la Justicia porteña. Hace dos semanas, la jueza Elena Liberatori congeló con elogiable velocidad la demolición hasta resolver el tema, entendiendo que no había tiempo de estudiar el caso porque el edificio simplemente ya no estaría allí. El viernes de la semana pasada, la jueza presidió una reunión entre la constructora, los legisladores y los vecinos, representados por Laura Navarro y Santiago Pusso. Los propietarios se aparecieron con una propuesta por escrito diciendo que sabían de los valores patrimoniales del edificio y por eso proponían crear “espacios de acceso público” para que sean disfrutables y puedan ser “utilizados por instituciones vecinales, culturales y ligadas al patrimonio arquitectónico”.
Fue una idea feliz que le da un toque único a lo que sería un edificio más de oficinas, un uso rentable de elementos patrimoniales y un compromiso que fue aceptado. La diputada Anchorena explicó que “no es la solución más adecuada, pero se llegó a esta situación luego de una medida judicial extrema, frente a la autorización de demolición total otorgada por el Ejecutivo porteño”. El acuerdo, explicó la diputada, “demostró que es posible compatibilizar el derecho de propiedad del titular con el derecho colectivo a la preservación”.
Di Filippo y Anchorena lograron que su amparo fuera aceptado porque Callao 924 figura en una lista de “edificios representativos” de la Subsecretaría de Patrimonio Cultural porteña. Figurar en esta lista no le garantiza protección a los 2707 edificios que la conforman, ya que el Ministerio de Cultura porteña nunca cumplió la ley 1227, que la obligaba a crear un catálogo de bienes culturales a proteger. Es rarísimo: Cultura siempre se quejó de que no podía proteger el patrimonio porque no tenía poder sobre él, pero cuando la ley se lo otorgó no movió un dedo para ejercerlo. Las demoliciones siguieron en mano de Planeamiento, donde se ríen abiertamente de la idea de preservar 2700 edificios.
Si este gobierno porteño hubiera hecho la lista a tiempo, la empresa constructora hubiera sabido antes de comprar que Callao 924 no se podía demoler y nada de esto hubiera ocurrido. Perdimos otro edificio irreemplazable, gracias a que la ministra de Cultura no encontró tiempo o ganas de hacer una lista. Sólo una lista: no tenía que ir a la Legislatura, ni negociar qué proteger con enemigos internos o externos, ni convencer a ningún funcionario superior. Dependía de ella, pero no lo hizo.

Fuente:http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/m2/10-1251-2007-07-21.html

Una pausa a la piqueta

La trágica demolición del petit hotel de Callao 924 se frenó gracias a dos amparos, uno de los vecinos y otro de dos legisladores preocupados por el patrimonio. Pero el edificio nunca fue catalogado y su status de “representativo” no alcanza, gracias a la desidia del gobierno porteño.


Por Sergio Kiernan
El edificio de Callao 924 creado en tiempos más elegantes por Luis Martín todavía existe, aunque su vida pende de menos que un hilo: sólo lo protege un doble amparo presentado por vecinos preocupados y por dos legisladores porteños amigos del patrimonio. Este petit hotel de suprema elegancia e incalculable valor estético va a desaparecer por la indiferencia total al tema de dos gobiernos porteños consecutivos, que pasaron leyes, hicieron códigos y emitieron declaraciones, para luego cajonearlas a que junten polvo. Legalmente, lo único que protege la estructura de Callao 924 es que figura en una lista de “edificios representativos”, lo que no alcanza. El gobierno porteño jamás creó las instancias concretas para que los catálogos de objetos culturales, artísticos y patrimoniales se unificaran y completaran. Y eso era indispensable para que fueran protegidos. Si se suma el casi desprecio de la autoridad de Planeamiento hacia todo lo que no sea a estrenar y la anomia impotente de Cultura, es un milagro que quede algo.
Callao 924 es un ejemplar muy representativo de ese edificio antes común y hoy cada vez más raro en Buenos Aires, el del petit hotel de ville. Era el estilo preferido de la alta clase media de principios de siglo, un peldaño abajo del gran palacio y con lujos de primer orden. En este caso, se destacan vitrales de rara elegancia, una chimenea de mármol policromo, una entrada flanqueada de pilastras que da acceso a una gran escalinata de mármoles blancos y baranda francesa, infinitas molduras y bosques enteros de boisseries y puertas de honor.
Hasta hace poquito nomás, la gran cuadra de Callao al 900 estaba intacta, como había sido construida cuando el dinero compraba cosas bellas y no apenas caras. Primero cayó un petit hotel, luego otro y ahora viene el tercero. Queda uno, que ocupa la embajada siria y oculta un noble jardín, varios edificios a la francesa de altura que están seguros por ahora sólo por su tamaño y costo, y un par de edificios públicos, el de Obras Sanitarias en la esquina de Marcelo T. de Alvear, monumento histórico, y el del Etoss, que algún genio pintó de amarillo y cuya puerta desapareció cambiada por el infalible blindex.
Los dos petit hoteles fueron reemplazados por torrecitas de 14 pisos, de las que autoriza el código en las avenidas porteñas, de arquitectura profundamente anodina, olvidable, perecible. Al 924 le espera el mismo triste destino, el de perder una pieza de buena arquitectura a cambio de un edificio en altura sin el menor valor creativo, público, estético.
Las obras fueron detenidas el viernes por dos amparos presentados de apuro y aceptados de urgencia por dos ramas de la justicia. Los vecinos de Recoleta, patriotas barriales que viven demudados por las constantes demoliciones, presentaron uno ante la Justicia nacional, apuntando al dueño del edificio. El juzgado atendió la naturaleza del tema, entendió que no había tiempo de estudiar el pedido porque el edificio desaparecía, dictó el amparo congelando la demolición, se declaró incompetente y pasó el caso a la justicia porteña.
Allí ya estaba el amparo de los legisladores Teresa de Anchorena, presidente de la comisión de Patrimonio de la Legislatura, y Facundo di Filippo, presentado también el viernes pero apuntado al gobierno porteño. Anchorena y Di Filippo habían encontrado que Callao 924 estaba listado como “inmueble representativo” por Cultura porteña, lo que el juez encontró suficiente como para dictar el congelamiento de las obras. El edificio ya había perdido su bellísimo portón tallado, las rejas francesas de los balcones del primer piso y varias molduras internas, pero seguía en pie.
Esta semana no hubo demolición. Con una vocación que no tienen otros colegas, el dueño del edificio acató la orden en lugar de seguir de noche, honestidad ayudada por la guardia de cuerpo presente que le mantuvieron el fin de semana largo los vecinos de Recoleta –bastadedemoler@yahoo.com.ar– que ya saben qué tipo de actitudes tienen las constructoras ante las órdenes judiciales. Los vecinos volantearon en abundancia, colgaron carteles al frente de la obra y en general recibieron apoyo del transeúnte común, que considera automáticamente una pérdida la demolición de este tipo de joyas.
Ayer se realizó una audiencia de conciliación obligatoria ordenada por la justicia porteña entre los legisladores que pidieron el amparo, la Ciudad como parte acusada y el dueño del edificio. Anchorena y Di Filippi pidieron que se incluyera a los vecinos, presentando un escrito en el que copian el fallo de la justicia nacional y explican al juez que todavía no le llegó por vía formal porque esas cosas toman tiempo, pero que los activistas deberían participar. La audiencia tuvo una sorpresa no menor, ya que el dueño del edificio propuso algo poco común: rescatar los elementos ornamentales de los salones del petit hotel y reinstalarlos en un ámbito de la planta baja del nuevo edificio. En ese lugar se abriría entonces un espacio abierto a la comunidad y casi en especial a los patrimonialistas, que preserve una colección de objetos irreemplazables.
Ya sabemos que habrá que esperar que algún gobierno porteño se dé cuenta de que el patrimonio no es una manía de historiadores y no tiene nada que ver con los museos. Parece que ni el nivel cultural, ni el progresismo, ni siquiera el afrancesamiento penetra la dura incomprensión hacia el tema y la falta de coraje para poner límites. Hasta que algún político se dé cuenta de que el patrimonio y el ordenamiento urbano es una manera de mostrar visión –aquello de ser un estadista, se acordarán– hay que atender al ejemplo de los vecinos que tomaron la calle, volantearon y le hicieron un abrazo al edificio. Cuando el patrimonio sea un tema electoral y político, como la seguridad, la salud y el tránsito, se acabarán estas impotencias deprimentes.

Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/m2/10-1248-2007-07-14.html

Otro edificio a la piqueta




Esta vez le toca al petit hotel de Callao 924, una obra de Luis Martín que comenzó a demolerse el jueves, víctima del vacío legal y la indiferencia oficial que permite negocios a costa del patrimonio.

Ante la completa inercia del gobierno porteño, siguen cayendo algunos de los mejores edificios de nuestra ciudad. Este jueves comenzó la demolición de la magnífica residencia de Callao 924, donde funcionó por años una mutual, y que fue antaño un lujoso petit hotel. En el lugar se va a alzar, cuándo no, otro edificio en altura. Un señor –una empresa– va a hacer un buen negocio, el patrimonio de todos va a perder otra pieza, la ciudad va a estar un poquito más fea y hasta la demolición, que incluye mármoles finísimos y varios vitrales de gran porte, se va a vender en el exterior. Todas estas tragedias le importan un pito a Planeamiento porteño, ente repleto de arquitectos que autorizó sin dolor ni culpa la demolición del edificio. Como consta en autos y personalmente, a estos arquitectos de Planeamiento les parece bobo preservar el patrimonio edificado y rezongan abiertamente en cuanto se mencionan las Areas de Protección Históricas y las listas de edificios a catalogar.
El petit hotel de Callao 924 es una obra discreta y elegante de Luis Martín, un especialista en ese tipo de edificios. La obra forma parte de un conjunto de los más logrados de la ciudad, nunca fue preservado como lugar y por supuesto fue arruinado con demoliciones individuales, una por una. Hace muchos años, cuando Callao era una alameda y la frontera entre la ciudad y las quintas de frutas y verduras, este arranque de Recoleta comenzó a poblarse de residencias de aires europeos y de los primeros edificios de altura de la ciudad. En el espacio entre Callao, Marcelo T. de Alvear, Rodríguez Peña y Paraguay se hizo una plaza, bendecida por uno de los mejores monumentos que tenemos, el de Pellegrini, y por una arboleda añosa. Sobre Rodríguez Peña se alzó un palacio, donado hace muchos años al sistema educativo y desfachatadamente remodelado por la dictadura. Tal vez fue el palacio Pizzurno lo que le dio el tono al conjunto, pero en las primeras décadas del siglo la plaza terminó rodeada por un conjunto escolar ceñudo y romano sobre Paraguay, edificios elegantes sobre Alvear, incluyendo una belleza de Alejandro Bustillo y la embajada serbia, residencia de los Mihanovich. La cuadra de Callao era la mejor, por el ancho de la avenida que le daba mejor perspectiva. Milagrosamente, hasta hace pocos años estuvo completa, en parte porque casi todos sus edificios son altos y de departamentos, porque las esquinas están tomadas por la vieja sede de OSN –monumento histórico– y un edificio de rentas muy señorial, y porque de los cuatro petit hoteles que tenía, uno era sindical y otro, la embajada siria.
Por supuesto, los que cayeron primero fueron los privados y en su lugar se alzan hoy dos edificios modernitos de una mediocridad absoluta y olvidable. Ahora le llegó la hora al que ocupó el sindicato tanto años, muy remodelado en planta baja pero virtualmente intacto en sus pisos superiores y en su elegantísima entrada. Los interiores son del calibre a esperar en algo elegido y construido en la época en que se compraban cosas bellas y no apenas caras: mármoles rosados, maderas francesas talladas, vitralerías Beaux Arts, marqueterías refinadas y una puerta de tableros tallados de primera agua.
Además de perder el edificio, se perderán todos estos objetos bellos, raros e irreemplazables. Argentina es ahora el Congo de las antigüedades, exportándolas como si fueran ébanos o marfiles hasta que se extingan. Los mármoles, ornamentos y vitrales rumbearán en breve a países ricos que no pueden creer que seamos tan giles de venderles semejantes cosas. En una nota reciente, el diario madrileño El País contó con pena y asombro cómo vendemos lo nuestro sin mosquearnos y sin que a ninguna autoridad se le cruce siquiera por la cabeza regular el asunto.
Mientras el Ejecutivo porteño duerme –se enteraron por los vecinos que fueron a pedir ayuda–, el Legislativo duda. La Comisión de Patrimonio de la Legislatura pidió urgentísimamente que con toda urgencia se trate una catalogación de emergencia (y urgente) de Callao 924. Pero les pidieron una semana para tratar el tema, tiempo más que suficiente para que todo esté perdido.
Los vecinos ya mencionados son los de Recoleta, que formaron una sociedad para frenar la piqueta que pronto nos va a dejar sin un tipo de edificio antes común, el petit hotel a la francesa. El jueves estaban parados frente a La Mutual repartiendo unos volantitos y ayer organizaron una protesta frente a la demolición. Estos vecinos, que conmueven por su voluntad de tratar de salvar edificios, se pueden contactar en el mail bastadedemoler@yahoo.com.ar.
De paso, la volanteada sirvió para ver cómo reacciona el peatón común ante estos vandalismos. No hubo una sola persona que dijera que estaba bien cargarse el petit hotel y resultó llamativa la cantidad que se detenía a comentar “qué barbaridad” y mirar la casa intensamente, como para poder recordarla.
Tal vez la Legislatura llegue a frenar este destrozo. Pero lo más probable es que hayamos perdido otro tesoro porteño gracias a la indiferencia activista de algunos funcionarios, la impotencia difusa de otros y la falta de audacia política de legislar de una vez el tema.

viernes, 27 de julio de 2007

A punto de derribarse


Av San Martín y José Cubas (Villa Devoto)
La inmobiliaria JAKIM confirmó que esta histórica propiedad de Villa Devoto será derribada para levantar allí un torre.

Quedó solo la foto


"Próximamente Semipisos de 2 y 3 ambientes".
El boom inmobiliario ya barrió con esta casa histórica de Villa Urquiza, que estaba ubicada en la calle Mendoza entre Barzana y Andonaegui.

LO QUE YA NO SE PUEDE VER EN BAIRES

Patrimonio arquitectónico

LO QUE YA NO SE PUEDE VER EN BAIRES

En el pasado reciente se han producido numerosos y graves casos de destrucción, depredación y mutilación del patrimonio arquitectónico más valioso de país, sostiene el especialista en preservación Fabio Grementieri.

Este arquitecto elaboró un informe que presentó ante el “Comité de Patrimonio en Peligro”, del ICOMOS, (Consejo Internacional de Monumentos y Sitios- Organismo afiliado a la UNESCO.En este artículo sólo se reproduce los edificios pertenecientes a la Ciudad de Buenos Aires.

Silo Bunge & Born (1904, Costanera Sur): el más importante silo de Latinoamérica y uno de los más significativos del mundo, por sus valores históricos, estéticos,constructivos y estructurales, fue demolido en 1998 por las autoridades de la ciudad y de la Corporación Puerto Madero como parte del proyecto de reciclaje del área.

Sede Central del Banco Español (1905, ubicado en Reconquista y Perón): Decisiva pieza de la arquitectura bancaria del centro de la ciudad, máximo exponente de la tipología dentro de la arquitectura "Beaux Arts" del país, componente fundamental del paisaje urbano del sitio y complemento inseparable de dos Monumentos Históricos Nacionales adyacentes (la Iglesia de La Merced y la sede central del ex Banco de Londres) fue completamente demolido salvo dos trozos de la fachada para construir una torre para el Banco de Galicia. de 25 pisos y 92 metros de altura.

Mercado de Abasto (1929-32, ubicado en Corrientes al 3200): Edificio excepcional compuesto por dos extraordinarias estructuras: el Mercado Viejo, el más importante mercado metálico de la ciudad –testimonio cumbre del desarrollo de la metalurgia argentina- y el Mercado Nuevo, el más notable mercado realizado en hormigón armado en el mundo. El primero fue casi completamente demolido y el segundo fue parcialmente demolido y atiborrado con varios pisos de locales comerciales, arruinando completamente el magnífico espacio interior.

Banco de Londres, actual Banco Hipotecario (1960-66, ubicado en Reconquista 101) :

Considerada por la crítica local e internacional como una de las más valiosas piezas de arquitectura brutalista a nivel internacional, como la obra maestra de la arquitectura argentina, o como la mejor obra realizada durante la década de 1960 en el mundo, fue recientemente identificada por la Exposición Retrospectiva de la Arquitectura del siglo XX organizada por el MoCA (Museum of Contemporary Art) de los Angeles, como la más importante obra de la Arquitectura Latinoamericana siglo XX. A pesar de estos valores, el edificio fue renovado de manera agresiva y depredatoria, lesionando definitivamente su integridad, autenticidad y carácter original.

LINEAS DE SUBTERRANEOS(1908-38, Buenos Aires): El sistema de líneas de subterráneos de la ciudad, que incluye la primer línea construida en Latinoamérica, tiene la mayoría de sus estaciones enriquecida por revestimientos y murales cerámicos firmados por diversos e importantes artistas argentinos y españoles que forman un notable conjunto arquitectónico donde están representadas distintas tendencias arquitectónicas y tecnologías constructivas.

Las líneas construidas en las décadas del veinte y treinta presentan una excepcional combinación de estética racionalista y neocolonial, constituyendo un caso único en el ámbito de sistemas de transporte subterráneo a nivel internacional.

Todas las estaciones están siendo renovadas de manera depredatoria sin considerar sus valores históricos o artísticos.

Sociedad Rural (1900-1930, Buenos Aires): El conjunto de la Sociedad Rural formaba parte, históricamente, del Parque de Palermo. Así se definía la ocupación del predio, con preponderancia de espacios vacíos y pabellones de volumetría recortada, dejando libre una ancha franja sobre la Avenida Sarmiento. Los pabellones subsistentes son los últimos vestigios de la Exposición Internacional del Centenario y representan una interesante variedad estilística.

Luego de un controvertido proceso de venta, se definió un proyecto de renovación y transformación del predio en centro de convenciones y entretenimientos que desfiguró completamente el ambiente y la espacialidad originales, asfixió a los pabellones históricos y construyó edificios de baja calidad de diseño ocupando el borde de la Avenida Sarmiento.

Estaciones Terminales del Ferrocarril (1875-1955, Buenos Aires): Cada una de las seis principales terminales del ferrocarril de la ciudad de Buenos Aires es un valioso edificio en si mismo, pero también conforma, en el centro de una sola ciudad, un excepcional panorama de casi 100 años de civilización ferroviaria en la Argentina y en el mundo.

La estación Constitución por ejemplo es una inusual sobreposición de tres estructuras arquitectónicas que reflejan diferentes períodos de la cultura arquitectónica británica. La estación Retiro del ferrocarril Mitre es considerada el más refinado y sofisticado diseño que alcanzó la tipología antes de la Primera Guerra Mundial y la más importante estación de estilo eduardiano en el mundo.

Palacio Duhau (1932, ubicado en Alvear y Posadas): Una de las mejores residencias de la "Belle Epoque" porteña, el conjunto del edificio, sus interiores y su jardín conforma con las dos propiedades adyacentes -también de altísimo valor patrimonial- un repertorio único de la evolución de la arquitectura de la ciudad entre 1890 y 1940.

Constituye además, la última cuadra sobreviviente del ordenamiento urbano y ambiental de la Avenida Alvear en su esplendor original. Y también aparece como pieza irreemplazable de la culminación de la influencia francesa sobre la arquitectura argentina. El Duhau es el último palacio privado de la Belle Epoque que queda. Ni siquiera en Francia hay otro similar, ya que la aristocracia francesa construía otro tipo de edificios. Hoy es un hotel de lujo, con 183 habitaciones. (Fuente:Arquitecto Fabio Grementieri.)

Fuente: Buenos Aires Sos (BAS).- Julio 2007

miércoles, 25 de julio de 2007

El último adobe porteño





Demoleran el testimonio del origen rural de agronomia

Allá en la calle Argerich, entre la avenida Beiró y la calle Solano López, está lista para desaparecer una verdadera rareza. Es una casa muy vieja, quizás la más vieja de una zona, Agronomía, que fue campo abierto hasta bien empezado el siglo veinte, y que muestra su origen rural. Lo que se puede ver en Argerich 3525 es el último rancho de adobe de esta digna ciudad.


El que se pare sobre la pestaña del muro que protege la casa –hay que hacerlo, porque la puerta está tapiada a ladrillo– se encuentra con un viejo, muy viejo rancho que fue mejorado cuando sus dueños conocieron mejores tiempos. En su aspecto actual, la casa es una tipo chorizo pequeña, con techo de chapa, galería con pisos de encáustico, sollados de madera, jardín alrededor y un doméstico murete separando el fondo, donde alguna vez hubo gallinas y verduras.


Lo que se adivina mirando con cuidado es la técnica original de construcción, de adobe con marcos de madera, lo que los arqueólogos ingleses llaman wattle and frame y conocen de sus sobrevivientes de la Edad Media.


Esta técnica no fue tan común entre nosotros y verla en una tranquila calle porteña es verdaderamente raro. A esta modesta vivienda rural se le agregaron, en algún momento de prosperidad, ornamentos y revoques mejores, y el muro del frente.

Por supuesto, la inmobiliaria que maneja la venta considera a la casa una ruina a demoler, y ya desaparecieron puertas y ventanas. En algún momento va a desaparecer éste, tal vez el último adobe porteño, fotografiado y descubierto por Fernando Belvedere, editor del portal parquechasweb.


Una lección en La Plata


La capital bonaerense acaba de catalogar por decreto casi dos mil edificios, un caso único en el país. No sólo no hubo una crisis inmobiliaria, sino que el sector vive un boom nunca visto. Un ejemplo de valentía política para salvar el patrimonio edificado.



Por Sergio Kiernan

Cuando se habla de preservar el patrimonio de una ciudad, enseguida aparece uno que dice “¡no se puede congelar una ciudad!”. A veces, el pajarón dice “museificar”, pero siempre pone una cara entre enojado, pedante y preocupado. Nueve de cada diez veces, el pajarón es también un arquitecto, clase que suele tener el vicio profesional de ver en cada casa antigüita un lote mal ocupado, un espacio usurpado donde debería estar esa creación que él ya tiene pensada, un hermoso edificio de nueve pisos con balcones al frente.

Estos pajarones –que también suelen ser funcionarios municipales– actúan con una sabrosa mezcla de ignorancia y mala fe, difícil de digerir. Por un lado, dicen una tontera: ¿cómo transformar en museo una ciudad del tamaño de Buenos Aires, anárquica e interminable? No hubo ni habrá autoridad municipal o autónoma capaz de mantenerla limpia un fin de semana, mirá si la van a museificar...

Como el pajarón bien sabe, cuando se habla de poner un freno drástico a la destrucción del patrimonio se trata de proteger con firmeza sólo una clase de edificios que representa una minoría de lo que existe en nuestra ciudad, en todas las ciudades del país. Y ni siquiera se busca “congelar” a la clase entera, sino a una parte.
Ahí viene la mala fe, el espíritu corporativo que hace que hasta arquitectos solidarios y partidarios de las soluciones consensuadas, enemigos del individualismo liberal, se transformen en leones que protegen el sacro derecho de la propiedad privada, y el más sacro de demolerla. Ayuda a que los arquitectos de últimas trabajen para constructoras, empresas más vale grandotas a las que les gustan poco y nada los límites. Si alguien lo duda, pregúntenle a Mauricio Macri.

Esto tal vez explique la extremada timidez de las autoridades porteñas, capaces de lustrar hasta que brille el Colón y de poner hasta plata propia para restaurar la Avenida de Mayo, con tal de que no se les hable de encarar una ley en serio que detenga la demolición sistemática. Dependiendo del funcionario, se ponen lívidos y empiezan a hablar de la “ciudad viva”, que viene a ser “un organismo que se renueva”, o ponen esa cara de tía vieja cuando escucha hablar de la utopía: “Sí, sería deseable, pero es imposible”... Ponen esta cara hasta cuando son más jóvenes que el que saca el tema.

Bueno, resulta que no es imposible. La ciudad de La Plata acaba de hacerlo con una simplicidad que abruma. No habrá más torres en esa ciudad. No habrá más demoliciones de edificios históricos. Ni siquiera habrá reemplazos de casas bajas por casas altas o edificios. Y no sólo nada indica que La Plata se “congeló” o “museificó”, sino que ni siquiera aumentó el precio del metro cuadrado construido y no hay recesión en el sector.

Es que lo que dicen los pajarones es simplemente equivocado.

Hace casi doce años, en 1995, La Plata se presentó ante la Unesco y pidió ser declarada Patrimonio de la humanidad. Con sede en París, el organismo de la ONU suele tenernos de hijos y sólo acepta de los sudamericanos maravillas naturales o ciudades incaicas. En un punto se entiende, ya que para los europeos que dominan numéricamente la entidad, este lado del charco es “nuevo” y lo que llamamos patrimonio para ellos es apenas un barrio de Lyon.

Pero resulta que la Unesco está empezando a percibir eso como una desviación y a considerar que los americanos –a los yanquis les pasa lo mismo– podemos tener como patrimonio otro tipo de cosas. Entonces, la respuesta a La Plata fue que era una idea interesante, ya que la ciudad es la única de América Latina que nació en el siglo 19 planificada en una mesa de dibujo (Washington es del 18 y Brasilia del 20).


Los franceses, sin embargo, avisaron algo básico: si un tejido urbano es declarable como patrimonio, debe ser protegido con rigor. No puede llenarse de torres. No puede degradarse.

Entonces nació el Plan Participativo de Recuperación y Puesta en Valor del Patrimonio, parte del manejo y ordenamiento de la ciudad en general, con mucho énfasis en la ciudad original, el cuadrado con las diagonales de 1882.


En la década que siguió, se creó desde legislación propia hasta una Dirección de Patrimonio, se restauraron algunos edificios simbólicos –lo que disparó la habitual ola de sana imitación entre los privados, que en esto siguen el ejemplo oficial– y se instalaron algunas ideas potentes.


Como la que dice que hay que proteger el patrimonio pero también su entorno, para que no quede tapado por las torres.

Cualquiera que se dé una vuelta por La Plata percibe en milésimas de segundo que esa ciudad dista de ser una utopía urbana, que sufre las mismas malarias, vandalismos y problemas que cualquier casco urbano que venga a quedar en esta maltratado país. Pero lo que también se ve es que el centro se está recuperando y limpiando.


Por ejemplo, del bosque de carteles comerciales abominables que competían a la Darwin para ver quién era más largo y habían cubierto las principales calles comerciales con una suerte de techo deslucido y roñosón.


Varias de esas calles ahora lucen despejadas, mejor iluminadas, más limpias, con un sistema de cartelería inventado por la Municipalidad que se adosa a los frentes y es compartido por los comerciantes.


Nuevamente por el factor imitación, se ven privados que ya pintaron, despejaron, restauraron.
Al mismo tiempo se elaboró un nuevo código urbano, que en 2000 redujo a diez pisos la altura máxima a construir dentro del casco histórico –el cuadrado con las diagonales– y a menos en los barrios. Poco después se codificó drásticamente la publicidad, que en La Plata ya no puede ponerse arriba de edificios ni en las veredas (los que todavía están tienen contratos anteriores a 2001, no renovables).

El que explica todo esto como si lloviera es el arquitecto Ariel Iglesias, subsecretario de Planeamiento y Obras Públicas platense, creador de la Dirección de Patrimonio y alfil en estas cosas del intendente Julio César Alak. La tarjeta de Iglesias lo hace notable: los “de planeamiento” siempre son enemigos de los “de patrimonio”, un Boca-River donde unos desprecian a los otros como “museístas” y los otros devuelven la cortesía pensando en “piquetas”. Iglesias tiene una vida interesante y se dedica a las dos cosas con mesura.

Este fin de año, con la ciudad más bajo control, se llegó al centro de la cosa. Por decreto, como para que no haya avivadas de demoler contrarreloj, Alak catalogó casi 2000 edificios en su ciudad. Cuarenta de estos edificios son palaciegos, de categoría Monumental, y tienen un grado Integral de protección. Son 30 grandes edificios públicos y 10 grandes residencias o edificios de propiedad privada. Luego hay 171 edificios de categoría Arquitectónica y diverso tamaño, con protección Estructural. Le siguen 227 edificios con grado Cautelar, lo que incluye los que rodean a los monumentales, no sea cosa que algún genio le haga una torre tipo Madero a la catedral. Y finalmente hay 1559 edificios o lugares de categoría Ambiental, con grado de protección Contextual, prácticamente todos privados.

Esta última categoría es notable. Como se verá en la lista, sólo hay 211 edificios imposibles de demoler, más 227 casi imposibles pero modificables. El grueso del catálogo son edificios que se pueden modificar pero sólo con permiso especial y sólo si el proyecto nuevo no altera el aspecto de su cuadra o región. Esta lista es producto de un largo trabajo de identificación y fichado de 55.000 edificios en las 1600 manzanas de la zona histórica. Al catálogo se le agregan 15.000 edificios “con carácter”, identificados y con límites a lo que se les puede hacer. Este año que empieza, la lista pasará a la Legislatura para ser transformada en ley.

El gobierno no hizo todo esto solo ni piensa hacerlo solo en el futuro. Iglesias explica que la clave del sistema es la Comisión del Sitio, formada por representantes del Colegio de Arquitectos, el Colegio de Ingenieros, las FADU nacional y católica, el gobierno de la provincia, el Centro de Investigaciones Científicas y ONG como el Cicop, el Icomos y otras). La comisión se formó a fines de los noventa y todas las decisiones pasan por ella.

La municipalidad sabe perfectamente que en el fondo del alma de cada propietario hay un cálculo de cuánto vale la propiedad, y que una catalogación puede generar broncas sicilianas. Los casi dos mil de la lista ya no pagan ABL ni permisos de obra ni nada que sea una tasa municipal, y se está trabajando en un sistema de préstamos blandos para que puedan cuidar lo suyo. Para el futuro se busca crear una novedad compleja de articular, la venta del “aéreo”, los pisos que no se pueden construir pero podrían ser vendidos a otro para otro sitio en la ciudad.

Y ya que hablamos de dinero, ¿qué pasó con el mercado inmobiliario? Los pajarones se ponen agoreros y siempre murmuran “desocupación”, “aumento de precios” cuando se habla de proteger el patrimonio. Iglesias explica que nada de eso ocurrió. Los precios de la propiedad a estrenar no subieron, ni se desplomaron los de las usadas. No hay mayor desocupación en el gremio.

De hecho, dice el subsecretario, la construcción en La Plata vive un boom nunca visto, ya que muchos locales están invirtiendo en el nuevo negocio: construir chico. Cuando las torres mandan, los terrenos valen fortunas y sólo grandes empresas se animan a entrar al mercado. Cuando las torres no mandan, es negocio reciclar casonas, edificar casas o departamentos de hasta tres pisos, escalas que caen en los ahorros de la clase media. La Plata se está poblando de nuevas empresas que en realidad son algunos profesionales de clase media juntando sus colchones y dando trabajo.
Para variar, los pajarones se equivocaron. Una de las principales ciudades del país acaba de demostrarlo. Una suerte para todos: La Plata puede salvarse en un proceso cuerdo de embellecimiento viable en lo económico que recién empieza.

EMPIEZAN A DISCUTIR EL PLAN URBANO AMBIENTAL, QUE DEFINE COMO SERA LA CIUDAD

POLEMICA POR LAS CONSTRUCCIONES :

Por el boom de las torres, buscan proteger los barrios de casas bajas
El tema se debatirá en la Legislatura con especialistas, vecinos y consejos profesionales. Quieren promover "los sectores urbanos de baja y media densidad con características singulares de

dgutman@clarin.com

El proyecto de Plan Urbano Ambiental que esta semana comenzará a discutir la Legislatura de la Ciudad propone preservar las características de los barrios de Buenos Aires ante el avance de las torres. Se trata, según coincidieron urbanistas y funcionarios consultados por Clarín, del primer paso de un largo camino para solucionar una problemática que generó un importante movimiento barrial y puso el tema en la agenda política porteña. Para los especialistas, justamente la ausencia de un Plan Urbano Ambiental, sumado a la explosión de la construcción que se dio en los últimos años, fue lo que provocó la expansión desordenada de los edificios últimamente y los consiguientes conflictos."Está claro que hay que reducir la densidad de población en algunos lugares de la Ciudad e incrementarla en otros. La idea es que el Plan Urbano Ambiental sea la ley marco para discutir éste asunto, entre muchos otros, y luego volcar todas las conclusiones en un nuevo Código de Planeamiento Urbano", explicó el arquitecto Mario Sabugo, subsecretario de Planeamiento porteño y miembro del Consejo del Plan Urbano Ambiental.En el proyecto que envió la semana pasada el Poder Ejecutivo para que discutan los legisladores hay varias señales claras que hablan de proteger a los barrios de construcciones bajas.Así, se propone "preservar los sectores urbanos de baja y media densidad poblacional que manifiestan características singulares de valor y buen grado de consolidación", es decir cuando el barrio ya tiene una característica definida y no quedan terrenos vacíos.También se sugiere "promover tipologías edilicias que no den lugar a disrupciones morfológicas". Es decir, no permitir que se modifique el aspecto del barrio.El Plan está previsto en la Constitución de la Ciudad (dictada en 1996), como "la ley marco a la que se ajusta el resto de la normativa urbanística y las obras públicas". Sin embargo, los dos proyectos que en estos años se enviaron a la Legislatura no llegaron a convertirse en ley.Esta vez, parece, va a ser distinto. El presidente de la Comisión de Planeamiento Urbano, el macrista Alvaro González, citó para pasado mañana a sus colegas para comenzar la discusión. "En medio de lo que está pasando, en la Ciudad —dijo González—, queremos dar una señal política fuerte en este tema. La idea es que en 60 o 90 días el Plan Urbano Ambiental sea aprobado en primera lectura por los legisladores, para que luego sea sometido a una amplia discusión en las audiencias públicas".El actual Código de Planeamiento Urbano, si bien tuvo modificaciones en los últimos años, fue aprobado en 1977, en tiempos de gobierno militar. Y es un Código que incentiva la construcción de torres. Y esas torres, con el boom de la construcción de los últimos años, llegaron a barrios como Caballito.Los urbanistas creen que el Código tiene que ser actualizado pero que antes, para establecer sus lineamientos estratégicos, tiene que convertirse en ley el Plan Urbano Ambiental."Hay que aprobarlo urgentemente, para que toda la discusión pública que hoy se está dando sobre la manera en que queremos que crezca la Ciudad tenga lugar ordenadamente, en audiencias públicas, y sus conclusiones se transformen en leyes", indicó el arquitecto Enrique García Espil."El verdadero problema no es la falta de infraestructura de servicios para construir, sino la confusión normativa. La Ciudad tiene que tener zonas para edificios altos, otras para medianos y otras bajos. Hoy existen una cantidad de indicadores muy complejos, que en lugar de ordenar desordenan", agregó.Su colega Carlos Lebrero reclamó que "el Código se revise profundamente y que durante el próximo período de Gobierno de la Ciudad se encare el diseño de una ley que respete con mucho detalle las realidades barriales que existen actualmente".Para Lebrero, "Buenos Aires está ante una gran oportunidad. Hace algunos años estábamos ante la perspectiva de una ciudad que se vaciaba, pero ahora nuevamente está creciendo y recibiendo inversiones, así que hay que trabajar en el planeamiento".

Fuente:http://www.clarin.com/diario/2007/02/20/laciudad/h-03415.htm

CUMPLE CUARENTA AÑOS LA ONG INGLESA ´EL LANDMARK TRUST

CUMPLE CUARENTA AÑOS LA ONG INGLESA ´EL LANDMARK TRUST´, CUYO OBJETIVO ES LA CONSERVACIÓN DEL PATRIMONIO EDILICIO. CONTRAPUNTO CON ARGENTINA, DONDE SE DEMUELE CON IMPUNIDAD.FUNDADA EN 1965, ESTA ONG ES UN EJEMPLO SOBRE CÓMO HACER UN TRABAJO RIGUROSO Y VIABLE ECONÓMICAMENTE. EN BUENOS AIRES, PARADÓJICAMENTE, CONTINÚA LA DEMOLICIÓN DE PETIT HOTELES.

Mientras en la Argentina se demuele todo con impunidad, los ingleses siguen dando lecciones de cómo manejar el patrimonio. Son un buen modelo, porque no hay país que los supere en el rigor y la extensión de la misma definición del patrimonio construido, y en la viveza a la hora de utilizarlo cuerdamente para que siga vivo y, ya que estamos, sea rentable. Un ejemplo entre muchos es el del Landmark Trust, una institución voluntaria y no estatal que acaba de festejar cuarenta años salvando edificios sin perder un penique. Su historia y su actualidad sirven para ver cómo se hacen las cosas en un país civilizado.

El Landmark Trust fue fundado en 1965 por Sir John Smith para salvar una casa y continuó creciendo. Ya establecido como ONG de referencia, el Trust comenzó a administrar fondos públicos: el Estado inglés dedica lo recaudado de una de sus tantas loterías a la preservación de edificios, en forma directa o por medio de ONG. El resto vino de mangazos sin fin, inversiones ingeniosas y rentables, donaciones y un par de ideas comerciales más que atinadas.

Es que el Landmark Trust entendió prontamente que no todo es museo y comenzó a alquilar algunas de sus propiedades en una variante de turismo rural como el de las estancias argentinas.

Por ejemplo, hace años el Trust logró comprar Auchinleck, la casa de campo de James Boswell en Ayrshire, incluida buena parte de su mobiliario original, una alegre mezcla de piezas de los siglos XVII a XX.

Ayrshire fue escenario de largas tenidas entre Lord Auchinleck, padre del gran escritor, y su biografiado célebre, Samuel Johnson, y para mantener el ambiente el estudio contiene hoy copias láser de diarios y panfletos políticos de época, además de las obras completas de Boswell.

El bello caserón georgiano y sus jardines se alquilan a un número reducido de turistas o a una familia.Este tipo de ambientación se extiende a un amplio rango de edificios que permiten experiencias variadas. En las casas del Trust se puede vivir como un campesino medieval –aunque con baño–, un noble, un vicario victoriano o un dandy de la Regencia. Se puede estar en medio del campo, en pueblitos o zonas urbanas, en predios que van de lo ínfimo a lo grandioso.

Las restauraciones son justamente eso, restauraciones, y no “puestas en valor”, “reciclados” o “reutilizaciones”, como se estila tramposamente por acá. Y no es cosa de que a estos ingleses les sobre el dinero sino de prioridades: en la Argentina, la solución a un piso de pinotea en mal estado es tantas veces gastar un dineral en sacarlo y reemplazarlo por uno de cemento alisado, porque está de moda, en lugar de gastar mucho menos en unas horas de carpintero. Parece que arreglar algo en lugar de tirarlo por algo a nuevo no es cool.

Los que visitan las cuarenta propiedades restauradas y abiertas al público del Trust se encuentran con detalles estupendos, de esos que lo retrotraen a uno a la época del edificio. En una humilde morada campesina puede verse un viejo vestido, muy usado, que fue utilizado hace doscientos años para emparchar un techo.

En el castillo de Clytha puede verse, en el vano de una puerta, donde apareció durante los trabajos de restauración, una inscripción grabada a punta de cuchillo en la piedra que explica que William Jones lo construyó “Con el propósito de aliviar mi mente afligida por la pérdida de la más amada esposa”. Estos detalles con encontrados por el prolijo trabajo de documentación que se realiza antes de tocar las propiedades o porque simplemente se las deja como están.

El Trust, como se ve, no necesariamente se dedica a salvar edificios únicos o de gran antigüedad o valor. El centro de su trabajo es preservar para el futuro los lugares donde se puede tener una cierta experiencia, un momento en particular que precisa necesariamente de un edificio.

Entre nosotros también hay gente que, bendita sea, piensa así. Por ejemplo, los Güiraldes, que preservaron los edificios de su campo allá por Areco y dejaron como estaba el viejo comedor.

El visitante termina una noche de invierno tomando la sopa de una enorme pieza de loza blanca, de esas de cucharón-bañadera, alrededor de una mesa amplísima, a la sombra de aparadores cargados de enseres y platos, iluminado por una instalación eléctrica de cables de tela exteriores, con llaves de porcelana.

Y luego, a tomar mate en una galería que un gaucho alsinista no echaría a menos.Una de las hazañas del Landmark Trust es el rescate de The Grange, el exótico caserón que Augustus Pugin construyó en Ramsgate en el siglo XIX.

Pugin se tomó siete años para diseñar y construir su casa, creando un verdadero catálogo del neogótico que defendía con amor e inventando desde los vitrales de cada ventana hasta el diseño de los empapelados, pasando por los muebles y las yeserías.

The Grange iba a ser transformado en departamentos –en Gran Bretaña es imposible demoler algo así, por ley– hasta que el Trust consiguió un buen dinero de la lotería y lo rescató, intacto.Y mientras en Gran Bretaña esta ONG festeja sus cuarenta años, en Buenos Aires se están haciendo polvo dos de los últimos petit hotels que nos quedaban (uno en Callao 1600, otro en Rodríguez Peña 1600).

Son tan pocos los restantes que en pocos años más habrá que ir a París a ver uno.

Por Sergio KiernanFuente: Suplemento "m2", del diario "Página 12"Más información: www.pagina12web.com.ar/diario/suplementos/m2Más información sobre la ONG: www.landmarktrust.org.uk

martes, 24 de julio de 2007

Otra joya destruida














Por Sergio Kiernan
Si todavía hay alguien que duda que el patrimonio edificado es como la riqueza ecológica, aquí va una noticia: están demoliendo otro petit hotel en Recoleta. En notas recientes avisamos de dos demoliciones de este tipo de edificios únicos, irrepetibles, de los que ya van quedando pocos. El de Rodríguez Peña al 1736 es también de Dubois y Pater, y está siendo destruido por el arquitecto Oscar Alegre, que ejerce en Capital y tiene oficinas en la avenida Córdoba.
Pese a que está en una zona valiosísima en lo patrimonial e incluida en el proyecto que tiene la ciudad ante la Unesco para declarar la franja ribereña paisaje cultural de la humanidad, ninguna casona de Recoleta tiene la menor protección de ningún tipo.
El expediente 51890/05 le permite al arquitecto Alegre destruir alegremente la obra de Dubois y Pater con pleno permiso del gobierno porteño. Es la tercera destrucción en lo que va del año: en la otra cuadra de la misma calle se demolió un petit hotel bellísimo y a la vuelta, en Callao, acaba de desaparecer uno tan noble y hermoso que parecía un sueño.
La razón de estas nubes de polvo es, por supuesto, la enorme ganancia que se puede hacer en este barrio caro y siempre de moda. La casona tenía tres pisos y un subsuelo de servicios, menos de la mitad de lo que se puede construir según el Código. La cuenta más sencilla cierra. Como estos edificios son tesoros, la demolición la está haciendo José Risoleo e Hijos, que desarman la casona pedazo a pedazo para venderlos como antigüedades y materiales nobles. Había que ver el cuidado con que sus obreros sacaron el mármol de su escalera de acceso...

Patrimonios desprotegidos


Para demoler por ley
En infracción, de noche y en secreto, en septiembre del 2003 se demolió a medias la casona de Membrillar 68, protegida por ley. Los vecinos pararon el desmán, pero ahora el macrismo busca legalizar la piqueta.

Ya lo habíamos adelantado en este suplemento: la semidemolida casona de la calle Membrillar, protegida en el APH de Flores, está en peligro de desaparición total. Era un rumor que sus discretísimos dueños buscaban exceptuarla de la protección para terminar de despejar el terreno, y ahora está confirmado. El legislador porteño por el macrismo Santiago de Estrada patrocina una ley para que la casona de Piana desaparezca por completo.
El caserón de Membrillar y Rivadavia fue hasta hace pocos años uno de los más viejos y lindos del barrio de Flores, un sobreviviente de un barrio maltratado por la piqueta. Desde sus viejos tiempos de casa particular –la de los Piana, una familia tradicional del oeste porteño–, el edificio italianizante tuvo muchos usos. Los últimos fueron de librería religiosa y santería, de un lado, y de sede del café La Subasta.
En agosto del 2000, la casa fue incluida en el Area de Protección Histórica 15, que protege 31 predios y lugares de Flores, votada por la Legislatura. Pero Buenos Aires no tiene ley de patrimonio –la muy débil que votó nuestro Congreso local todavía no fue reglamentada por el Ejecutivo, que la tiene durmiendo en un cajón– y todos los involucrados entran en un extraño pánico cuando se habla de hacer lo que hace un país civilizado, castigar al transgresor.

Por eso, el 21 de septiembre de 2001, a la noche, comenzó la demolición de la casona, operación que sigue impune todavía hoy.
Fueron los vecinos los que pararon la destrucción del caserón. Movilizados rápidamente, frenaron físicamente a los obreros y movieron políticamente al defensor adjunto del Pueblo porteño, Gustavo Lesbegueris. De la casona quedaron parte de la fachada destrozada, muros internos y pilas de escombro de lo que fue su cubierta. Pasó el tiempo y crecieron los yuyos, sin que pase nada más.

Fue entonces que los vecinos se enteraron de que había una iniciativa para terminar de demolerla legalmente. El argumento es absurdo: como la casona estaba semidemolida ilegalmente, ya no valía la pena preservarla en el APH. En noviembre, el Consejo Asesor en Asuntos Patrimoniales rechazó la idea.
Santiago de Estrada debe de haber apreciado el ridículo legal de esa posición –cometer un delito contra el patrimonio y luego intentar blanquearlo diciendo que el daño ya está hecho– porque eligió otro ángulo. Para el macrista, el problema es que la propiedad es privada, por lo que el Estado no debería meterse con su libre disponibilidad.

En su proyecto, el macrista –al que avala el kirchnerista Miguel Talento– explica que el dueño no estaba de acuerdo con que se incluya el caserón histórico en el APH. Según Estrada, si el dueño no está de acuerdo no debería protegerse el bien.

Una pregunta: ¿estará de acuerdo Estrada con que le cobren impuestos? Y si no, ¿tiene derecho a no pagarlos, por el solo hecho de no estar de acuerdo? Ya que el dueño no estaba de acuerdo, ¿era legal que demoliera en infracción de la ley?
El centro de la cuestión es que los Piana le vendieron su caserón a la Iglesia, Estrada tiene excelentes vínculos con la Iglesia y fue embajador ante el Vaticano. La Iglesia fue la que demolió a medias la casa, con lo que la devaluó y ahora quiere blanquear su infracción con una ley que saque esas ruinas del APH. Tienen suerte que aquí no se aplique la ley inglesa, que obliga a reconstruir con materiales originales el bien histórico demolido. Una sola vez se aplicó esa ley, que prácticamente arruinó por su inmenso costo a una empresa constructora. Desde entonces, todas se cuidaron.

La ley porteña castiga más liviano y permite al infractor construir sólo el 70 por ciento de lo destruido, una caricia.
El miércoles se hace la audiencia pública y las entidades preservacionistas se harán oir en contra de este precedente increíble.
Y una pregunta final: ¿qué hace Talento firmando este proyecto?.

Como la lista de Schindler









El primer paso para salvar el patrimonio porteño es hacerlo entrar en el catálogo de áreas protegidas. El trámite requiere paciencia pero es simple y que lo inicien los vecinos le da más valor. Los pasos a realizar.

Por Sergio Kiernan

No todo es cuestión de esperar pasivamente o, como dice la frase, rezongar que “debería haber una ley para eso”. Sucede que justamente hay una ley que puede proteger edificios históricos, valiosos o simplemente queridos por sus vecinos.


Si bien la ley todavía no tiene dientes como para evitar tajantemente las demoliciones, ya tiene muelas como para empezar a cuidarlos, sobre todo si se aplica como resultado de iniciativas desde el llano.


Lo que los vecinos pueden hacer es pedir que un edificio y sobre todo un ámbito, una zona, se cataloguen y pasen a formar parte de las Areas de Protección Histórica de la ciudad.Como muestra el recuadro, Buenos Aires ya tiene varias APH con niveles diversos de protección. Las Areas raramente son edificios individuales, aunque los hay, porque el concepto es proteger conjuntos, lugares que tienen un valor edilicio colectivo.


Generalmente, estas zonas terminan protegidas por iniciativa de la Ciudad en algún nivel, por las suyas o en diálogo con los vecinos. Pero es perfectamente posible y bienvenido el pedido de los vecinos. El mecanismo para lograrlo puede ser alargado, pero no es particularmente complicado.Primero hay que tener las ideas en orden y claridad sobre por qué se quiere proteger algo.


Más allá del cariño, el proponente tiene que poder expresar si los bienes a catalogar tienen valor arquitectónico, patrimonial, cultural o estético. No hace falta que el edificio, conjunto o lugar sea antiguo, ya que perfectamente puede ser de arquitectura moderna o, como ocurre nueve de cada diez veces, una mezcla de estilos o épocas.El siguiente paso es preparar una carta lo más completa posible.


Cuanto más información se envíe, más posibilidad existe de un trámite rápido y exitoso. Conviene enviar fotos, ser prolijo en la descripción y claro en la ubicación de los edificios, y abundar en la historia del lugar. No hace falta ser arquitecto o llamar a uno, ni ser técnico en la valoración de los predios a proteger.


La carta puede enviarse o llevarse en persona a la sede de la Secretaría de Cultura porteña, en el viejo palacio de La Prensa, en Avenida de Mayo 575.


Hay varios destinatarios posibles: si el lugar o casa está en el casco histórico, el destinatario debe ser la Dirección General de Casco Histórico; si está en cualquier otro punto de la ciudad, a la Dirección General de Patrimonio o directamente a la Subsecretaría de Patrimonio Cultural. En este nivel, la propuesta recibirá un estudio profesional y será elevada a la Dirección General de Planeamiento.


También puede enviarse directamente a Planeamiento, lo que ahorraría un paso pero privaría a la iniciativa de un respaldo importante.Si la propuesta cierra y es posible, pasa a la Dirección General de Planeamiento Interpretativo para su aprobación, y luego a Planeamiento, que la envía al Consejo Asesor formado por ONG y órganos públicos (la Secretaría de Cultura, el Instituto Histórico porteño, la Comisión de Preservación del Patrimonio Histórico de la Ciudad de Buenos Aires, el CICOP, el Icomos, la Sociedad Central de Arquitectos, el CPAU, la FADU y otros).


Con el acuerdo del Consejo, Planeamiento eleva la idea a la Legislatura porteña para que se vote una ley. Tanta instancia no debe intimidar. Si la idea es buena, si tiene respaldo de los vecinos, podrá tomar tiempo pero no será bloqueada. Una buena idea es no pedir por un edificio aislado, excepto que sea excepcional o enorme, sino por un área. Por ejemplo, un “corredor”, que puede ser una avenida: Alvear está protegida de punta a punta, plazoletas incluidas. También puede ser el entorno de una plaza, lo que incluye el pasto en sí y los edificios que la rodean.


Otra buena idea es revisar que el lugar o edificio no esté ya protegido: la lista completa está en la página www.dgpatrimonio.buenosaires.gov.ar, donde también hay información sobre APH y los diversos grados de protección que puede tener un edificio o zona.Una mala idea es pedir por esa casa que quedó solita con su planta baja en una cuadra ya de departamentos. Excepto que tenga excepcionales valores históricos o arquitectónicos, difícilmente recibirá protección, ya que se considera que la cuadra ya cambió de carácter definitivamente.


Más sencillo y rápido, si bien no tan protectivo como el catálogo o la APH, es el inventario. Como su nombre lo indica, el edificio o lugar pasa a formar parte de la lista de edificios de valor de la ciudad porteña, distinción que bien puede ayudarlos a sobrevivir.Como todo en esta vida, las cosas funcionan mejor si hay gente.


Los vecinos, las juntas históricas, los clubes, cualquiera de las instituciones reales de los barrios son los verdaderos motores de este tipo de iniciativa. El trámite empieza apenas con una carta, sigue con paciencia y llamadas, y continúa con la vigilancia de que no venga alguien y de noche demuela el bien protegido. Pero así son las cosas y aquí están las herramientas.


Los grados de protección

Hay tres niveles de protección para edificios o lugares que sean catalogados. Uno es integral, para edificios de interés especial cuyo valor histórico o arquitectónico los hace hitos de la ciudad. Este grado protege la totalidad del edificio en todas sus características arquitectónicas y sus formas de ocupación del espacio.


El segundo grado de protección es el estructural, para edificios singulares que caracterizan su entorno o son testimonios de la memoria colectiva. En este caso, se protege el exterior del edificio, su tipología, los elementos básicos que definen su forma, permitiendo modificaciones que no alteren su volumen.


La protección cautelar es para edificios cuyo valor reconocido es el de constituir la referencia formal y cultural del área, justificar y dar sentido al conjunto. Lo que se protege es la imagen característica del área, previniendo actuaciones contradictorias en el tejido y la morfología.


APH de hoy y de mañana
Areas de protección histórica vigentes:APH 1: San Telmo / Avenida De MayoAPH 2: Parque 3 de FebreroAPH 3: Grand BourgAPH 4: Entorno Estación Belgrano RAPH 5: Ambito Oratorio Santa FelicitasAPH 6: Ambito Basílica Sagrado CorazónAPH 7: Ambito Estación Hipólito Yrigoyen y Viaducto FFCC General Roca desde calle Benito Quinquela Martín hasta Estación Hipólito YrigoyenAPH 8: Area aledaña al Parque LezamaAPH 9: Colonia SoláAPH 10: Esquina Homero Manzi (San Juan y Boedo)APH 11: Confitería Las VioletasAPH 12: Confitería La IdealAPH 13: Iglesia Nuestra Sra. de Balvanera / Colegio San JoséAPH 14: Ambito RecoletaAPH 15: Casco Histórico de FloresAPH 16: Pasajes Rivarola y La PiedadAPH 17: Plaza Mitre
Nuevas APH:Se listan las identificadas en el Código de Planeamiento Urbano como Nuevas APH.- Entorno Plaza Fuerza Aérea Argentina y Museo Ferroviario. Edificios singulares: Estación Mitre/Estación Belgrano/Torre de los Ingleses/Museo Ferroviario.- Entorno Plaza San Martín. Edificios singulares: Edificio Kavanagh, Palacio Anchorena, Palacio Paz, Hotel Plaza, iglesia Santísimo Sacramento. * Entorno Palacio de Correos. Edificios singulares: Palacio de Correos, Bolsa de Comercio (edificio antiguo), edificio Mihanovich. - Plaza Roberto Arlt, Iglesia y Tiendas San Miguel (Esmeralda, Rivadavia, Bme. Mitre, Suipacha). - Entorno Plaza Lavalle. Edificios singulares: Teatro Cervantes, Sinagoga Libertad, Escuela Roca, Teatro Colón, Palacio de Justicia.- Av. Alvear entre Cerrito y Schiaffino que incluye el entorno de Plazoleta Carlos Pellegrini. Edificios singulares: Embajada de Francia, Embajada de Brasil, Palacio Atucha, Residencia Unzué, Jockey Club, Palacio Duhau, Casa Duhau, Nunciatura Apostólica, Casa de la Cultura, Casa de las Academias Nacionales.- Santa Casa de Ejercicios (Independencia, Salta, Estados Unidos, Lima).- Vuelta de Rocha.- Transbordador La Boca. - Conjunto Barraca Peña s/Av. Pedro de Mendoza. - Barrio La Colonia (Cachi, Diógenes Taborda, José Cortejarena, Andrés Ferreyra).- Palacio de Aguas Argentinas y Normal Nº 1 (Ayacucho, Viamonte, Junín, Paraguay).- Mercado de Abasto (Av. Corrientes, Agüero, Anchorena, Lavalle).- Corredor Luis María Campos entre Olleros y Av. Dorrego. Edificios singulares: San Benito de Palermo, Colegio Esclavas, Hospital Militar, Regimiento de Granaderos.- Plaza Belgrano y entorno. Edificios singulares: Iglesia Redonda de Belgrano, Museo Sarmiento, Museo Larreta, Colegio Casto Munitas.- Calle Melián entre Olázabal y La Pampa.- Barrio Los Andes (Guzmán, Concepción Arenal, Rodney y Leiva) - Plaza Irlanda y entorno. Edificios singulares: Colegio Santa Brígida, Iglesia Nuestra Sra. Buenos Aires.- Casa Bomba Caballito (José María Moreno, Valle, Beauchef, P. Goyena).- Barrio Emilio Mitre (Videla, Cachimayo, La Nave, José Bonifacio).- Barrio Cafferata (Av. Asamblea, Av. José María Moreno, Riglos, Estrada).- Pasaje Butteler (Av. Cobo, Senillosa, Av. La Plata, Zelarrayán).- Barrio San Vicente de Paul (Cachi, Traful, Einstein, Lynch).- Puente Uriburu.- Parque Chas (Triunvirato, De los Incas, La Pampa, Andonaegui).- Barrancas de Belgrano (Vértiz, Juramento, Zabalía, 11 de Setiembre, La Pampa).- Casas Baratas en Barrio Agronomía (Zamudio, San Martín, Tinogasta).- Casa Bomba (Av. Beiró, Mercedes, Gualeguaychú y J. P. Varela).- Plaza Arenales y entorno.- Seminario Conciliar (José Cubas, Concordia, Gabriela Mistral, F. de Enciso).- Casa Olivera y Parque Avellaneda.- Edificios Administrativos del Antiguo Matadero (De los Corrales y Lisandro de la Torre).- Estación del Ferrocarril de Lugano.


A punto de perderse




Una es nada menos que la casa más vieja de la ciudad, un modesto adobe de 1730. Otra fue la casa de Goyena y forma parte del área histórica de Flores. Ambas son ruinas a punto de desaparecer. Lo que queda del café de La Subasta, en Flores, después que la Ciudad frenó la demolición ilegal.


Por Sergio Kiernan

Esta es la historia de dos taperas de la ciudad de Buenos Aires. Ambas son muy viejas, ambas tienen más yuyos que pavimento, las dos estarían en buen estado en cualquier país mínimamente civilizado. El café La Subasta, en Flores, y la Casa del Naranjo, en San Telmo, pueden desaparecer para siempre en cualquier momento, pasando a engrosar la larguísima lista de edificios fantasma y patrimonios perdidos.


El café sería reemplazado por otro más de los indistinguibles departamentos porteños; la Casa del Naranjo, por la ampliación del Museo de Arte Moderno, un proyecto menemista que parece escrito en piedra, inmodificable.Café La Subasta es el nombre popular del caserón que fuera del escritor Pedro Goyena, en Membrillar 66, 68 y 72, a metros de Rivadavia y en pleno casco histórico de Flores. Cuentan los vecinos que la casa era un primor: portón central, fachada con rejas decoradas, pilastras, en fin, el repertorio del criollo italianizante que tantas satisfacciones nos dio.


Por varios años, la casa albergó el café fundado por un actor, que hacía peñas y muestras, maneras de disfrutar el caserón y comprobar su alto grado de integridad. En el ‘72 funcionaba una casa que vendía pianos, nada menos.Flores, como se sabe, fue ciudad independiente hasta 1880, cuando se la tragó la nueva Capital Federal. Con centro en la iglesia y la plaza, se abría un pueblo de opulentas quintas y, más tarde, casas de aires suburbanos y mucho jardín.


Esto resulta un sueño viendo el abrumado barrio de hoy, sobrepoblado por la carta blanca a la especulación inmobiliaria y sin la contraparte de mejores transportes o nuevos espacios verdes. El 6 de agosto de 2000, la Legislatura porteña aprobó el Area de Protección Histórica 15, que abarca 31 edificios tradicionales de Flores, entre ellos el entonces café.Pero, a principios de 2003, la Curia Metropolitana vendió el edificio de la calle Membrillar.


No sorprende lo que pasó entonces: en agosto de ese año, a escondidas y en fin de semana, comenzó la demolición del caserón, algo claramente prohibido por la APH. Fue entonces que se movilizaron los vecinos y los diarios locales –Flores tiene una sana tradición de periódicos barriales– y la Ciudad intervino prontamente, paralizando la demolición y llevando a juicio a la empresa, que alegó desconocer que la casa –para ellos apenas un terreno– estuviera protegida.Ya era tarde: en la primera cuadra de Membrillar queda un frente al que le alcanzaron a picar el borde superior. Por una reja se espían muñones de paredes, pavimentos expuestos, yuyales infinitos.


La Ley de Patrimonio porteña no tiene dientes: es muy dudoso que los vándalos puedan ser obligados a reconstruir lo que arrasaron.En la otra punta de la ciudad está la Casa del Naranjo, un caso muy diferente. Para empezar, no es una casa vieja: es la casa más vieja de Buenos Aires. Lo que hoy es una tapera roñosa esconde bajo infinitas remodelaciones adobes de 1730. Vale aclarar que excepto por fragmentos de edificios como el Cabildo o por milagros como la iglesia del Pilar, en Buenos Aires no queda casi nada de principios del siglo XVIII.


Esta tapera está al lado de la fábrica de cigarrillos 43 que ahora alberga el Mamba y hace muchos años que es propiedad de la Ciudad. En tiempos idos, la dictadura abrió la casa al público remodelándola, con ridícula mentalidad militar, para que pareciera “más colonial”. Luego el lugar fue ocupado y más tarde se hizo un extenso trabajo arqueológico que permitió datarlo y rescatar evidencia valiosa sobre la forma de vida en lo que era hace tres siglos un arrabal urbano.


La humilde casa era originalmente un ranchito de techo de paja, típico de lo que fue esa Gran Aldea. Tenía un horno de barro integrado a la cocina y muchas de sus maderas todavía estaban en su lugar. La familia que la poseyó fue prosperando y, para finales de siglo, construyó un caserón más vistoso respetando la todavía flamante línea municipal. E


l rancho de adobequedó como la parte de atrás de la casa, cerrando un patio y separándolo de los fondos.La Casa del Naranjo y su sucesora de 1790-1810 (aproximadamente) tienen fecha de vencimiento: cuando se inicien las obras de ampliación del Mamba, el lugar será simplemente demolido. Ya se retiró todo lo que remotamente se puede sacar –puertas, vanos, baldosas, mayólicas– y el resto será escombros.


Curiosamente, hasta se habló de desarmarla y llevarla a otro lugar, o de modificar el proyecto del Mamba para incluirlo de alguna manera (el arquitecto Ambasz envió una alteración en ese sentido).En resumen: un edificio patrimonial en peligro por la vía privada, otro en peligro por la vía pública, que fue la que detuvo a la privada en el caso de Flores.


Estas contradicciones son habituales en casos patrimoniales, un área donde la ambigüedad y la casualidad siguen jugando un rol crucial, dada la falta de una ley clara y fuerte.

Chas chas a las torres

Vecinos de Parque Chas tambien alertan sobre impacto negativo de los edificios

La asociación "SOS Parque Chas" advirtió hoy que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires excluye a ese vecindario de la veda para construir nuevos edificios, y exigió que el decreto incluya al pequeño barrio porteño, el único de calles circulares.

"La especulación constructora e inmobiliaria está cercando el barrio con una muralla de torres y edificios sobre las avenidas Triunvirato y De los Incas, pero el jefe de Gobierno Jorge Telerman parece que ni se enteró de esa salvaje agresión urbana", sostuvo la entidad en un comunicado.
Según la asociación "adentro de Parque Chas está prohibido levantar edificios porque es zonificación R1B1, pero el Gobierno porteño unilateralmente en 2000 lo habilitó pícaramente sobre las avenidas al reformar el Código de Planeamiento Urbano pese a que los vecinos nunca quisimos eso".
"El impacto ambiental es desastroso: derrumban casas típicas con jardines para levantar edificios mastodónticos que dejan en las sombras y sin aire todo lo que está a su alrededor ya que aquí las manzanas son de apenas 50 metros", consignó el grupo vecinal.
También alertó que "cuando las nuevas construcciones estén habitadas se agudizarán las inundaciones que hace décadas padece Parque Chas siempre que llueve fuerte y habrá riesgos de colapso de las cloacas, como ya ocurrió en la calle Olazábal de Villa Urquiza".
"SOS Parque Chas" avisó que "si Telermann no incluye al barrio en la emergencia urbanística se apelará a todas los mecanismos democráticos de reclamo, desde recursos de amparo ante la Justicia hasta protestas vecinales como el 'ruidazo' previsto para el jueves 23 en varias zonas de la ciudad".

Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/ultimas/20-76163-2006-11-14.html

Un conjunto de once torres se levantarán en el ex Albergue Warnes

Mire bien la imagen: en unos meses, uno de los mayores espacios verdes de Buenos Aires habrá desaparecido.

Según una nota publicada en Clarín ARQ “en 1999, Carrefour adquirió la totalidad de los terrenos tras asegurarse de que la Legislatura porteña les diera normativa. En ella se establecía el permiso para construir comercios y torres de vivienda, a cambio de un parque, una escuela y un túnel bajo las vías del tren. En principio, IRSA iba a ser la desarrolladora, pero la crisis de 2001 postergó los planes, y en 2005 el Grupo Lubrano -al que pertenece la desarrolladora Promenade- compró los once lotes para viviendas”.
Uno podría preguntarse cómo fue que Carrefour “se aseguró” que la Legislatura de la ciudad “les diera normativa” para desarrollar comercialmente el predio. Como fue que se moldeó la normativa para satisfacer las intenciones de inversores privados.
Uno también podría preguntarse por qué la Legislatura (y el Gobierno de la ciudad de aquel entonces) no opuso resistencia en lugar de entregarle en bandeja tremendo predio a quienes pretendían hacer semejante negocio. Uno se pregunta…
Mientras los proyectistas (basados vaya uno a saber en qué) dicen “la situación barrial pedía a gritos las viviendas para aumentar su valor inmobiliario” (¿?), los vecinos difieren: “Otra mala noticia para los que alguna vez soñaron con el gran Parque del Oeste. Un bosque de cemento compuesto por 11 torres de viviendas se levantará en el predio que hasta el año 1991 estuvo ocupado por Albergue Warnes (…) Este negocio inmobiliario contradice la necesidad que tiene la Ciudad de Buenos Aires en cuanto espacios verdes”. (Fuente: ParqueChasWeb)
“Las torres no son mala palabra” aseguran los proyectistas… tal vez (¡y sólo tal vez!) si las pusieran en el lugar adecuado. Pero en medio de este predio me sigue sonando descabellado.

La peste de las torres

Una nota de opinión, escrita por Sergio Kiernan (Página 12), que recomiendo leer (amantes de las torres abstenerse) y de la cual destaco el siguiente párrafo:
“Esta ciudad que surgió del adobe colonial cometió errores abismales, como la ley de medianeras, y nunca se zonificó de un modo coherente, con lo que no sólo quedó una mezcla de estilos que le dio su encanto, mal que les pese a los puristas, sino que también quedó una ciudad “odontológica”, con dientes largos y cortos, y varias caries por manzana. Raro es el rincón de Buenos Aires que no presenta este aspecto de serrucho. Pero al menos mantuvo una altura pareja en sus picos, con muy raros rascacielos. El serrucho se agravó a partir de la pasión por el edificio de altura, el departamento. Estas estructuras se bancaban cuando por lo menos trataban de no ignorar su entorno. Surgían, claro, como postes sobre las manzanas bajas, pero tenían decoraciones similares, mansardas, balcones de reja ornada, piel de cementos duros.
Fue el estilo moderno el que se pasó por las partes al entorno. Nacido de libros y teorías, indiferente a todo lo anterior, moderno como un punk en sus ganas de molestar y mostrar su superioridad, el estilo moderno se dedicó a romper el entorno, entre otras cosas que rompió. Fue una explosión, pero no por cuestiones intelectuales”.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/m2/10-1005-2006-08-06.html
Torres Mulieris del estudio M/SG/S/S/S. Estas y otras tantas torres se insertan en su entorno con la sutileza de un elefante en una cristalería (si bien la nota se refiere al tejido urbano -torres entre medianeras en una manzana de edificios bajos- las torres de Puerto Madero ejemplifican el concepto de “ciudad odontológica” y “aspecto de serrucho”).

Fuente: http://www.arquimaster.com.ar/blog/?p=33

Demolición de edificios de valor histórico

Un interesante -y triste- ejercicio consiste en buscar parcelas correspondientes a edificios de valor histórico en http://mapa.buenosaires.gov.ar y compararlos con su estado actual. En muchos casos nos encontraremos con que los mismos fueron demolidos para dar lugar a la construcción de insípidas torres de departamentos.














Según un artículo publicado en el Diario La Razón, “aunque forman parte del patrimonio histórico y arquitectónico de la ciudad de Buenos Aires, en los últimos años fueron demolidos diez petit hoteles en un radio de apenas unas cuadras. Si bien la mayoría de estas edificaciones están concentradas en Barrio Norte y Recoleta, se trata de un problema que afecta a distintas zonas de la ciudad. Es que a medida que la demanda inmobiliaria crece, los petit hoteles son reemplazados por edificios torre, una ecuación económica que genera más ganancias para el mercado“.

Mansiones que tiraron abajo. Estos son las direcciones donde están ubicadas algunas de las mansiones, de importante valor arquitectónico, demolidas en las zonas de Recoleta y Barrio Norte: Callao 1660; Callao 1827; Rodríguez Peña 1736; Rodríguez Peña 1671; Azcuénaga 1183; Azcuénaga 1370; Larrea 1230; Junín 1121; Peña 2082 y Uriburu 1562.

Artículo: Diario La Razón edición 15/08/2006 (página 2) / Las imágenes han sido extraidas de la web http://mapa.buenosaires.gov.ar y Diario La Razón.

Fuente: http://www.arquimaster.com.ar/blog/?p=37

Las torres son el prototipo de una ciudad neoliberal

En el diario Página/12 se publicó una interesante entrevista a Roberto Goycoolea Prado. “Los edificios en torre son el prototipo de una ciudad neoliberal, donde el Estado ha dejado en los particulares el control del espacio público”, dice Roberto Goycoolea Prado, director de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Alcalá de Henares, España. Especialista en preservación de cascos históricos, estuvo en Buenos Aires para participar en las Terceras Jornadas Internacionales sobre experiencias de Revitalización de Cascos Históricos, que organizó el Ministerio de Cultura porteño. Goycoolea cuestiona la experiencia porteña de las torres de Puerto Madero, a las que califica como un “disparate”, porque “han roto el paisaje histórico de la ciudad”.

“Las torres generan presiones sobre el entorno (…) son el prototipo de una ciudad neoliberal, donde el Estado ha dejado en los particulares el control del espacio público”.
“La ciudad es pública y no puede quedar en manos de un especulador sumado a unos funcionarios corruptos. El ciudadano tendría que poder decidir sobre lo que pasa en su barrio”.
“Puerto Madero no ha terminado de cuajar porque no hay una vinculación clara con el centro histórico (…) la aparición de las torres frente a la Reserva Ecológica rompen el paisaje tradicional de la ciudad, el horizonte y el río. Han roto la imagen histórica”.
“Puerto Madero es una privatización del paisaje, que es un bien público (…) el caso de estas torres es el ejemplo típico de lo que no se debería hacer en una ciudad”.

Algunos puntos relevantes de la entrevista:

“Lo importante es que la rehabilitación de los cascos históricos no se convierta en una caricatura, lo que se llama el fachadismo: donde sólo se conservan las fachadas pero nada de las estructuras interiores”.

“Más importante que las rehabilitaciones puntuales es la recuperación de la ciudad histórica como modelo de la ciudad a vivir, contrapuesto a lo que es la ciudad moderna que se expande en la periferia”.

“Hay muchos dueños de edificios que los están dejando que se arruinen, están dejando que los ocupen para que se destruyan más rápidamente. Ha salido una figura legal por la que el Ayuntamiento, si un edificio está a punto de convertirse en ruinas, puede obligar al propietario a actuar sobre la edificación y, si no lo hace, expropiar. Esto se hace para evitar la especulación, que se compren pisos y esperar que se deterioren, que lo declaren en ruinas para hacer un edificio nuevo, porque es más rentable hacer una obra nueva que restaurar“.

“La ciudad de Buenos Aires debería insistir en la conservación de un modo de vida, que es la del café, que no sólo es propio del centro histórico sino de toda la ciudad, controlando la instalación de los grandes centros comerciales, manteniendo la vivienda dentro de los barrios, y un sistema de transporte que facilite la accesibilidad”.

“El fenómeno de las plusvalías inmobiliarias es lo que más ataca no solo a los centros históricos sino a la ciudad en general. Hay que plantear qué tipo de ciudad se quiere, y las torres representan un tipo de ciudad que no se ha mostrado más eficiente que ciudades con alturas de 8 a 10 plantas. No ha traído beneficios de ningún tipo: no son más baratas de construir, al contrario. Es mucho mejor una ciudad en alta densidad con baja altura que una ciudad con torres. Porque las torres generan presiones sobre el entorno: se destruye un paisaje, una intimidad, una manera de vivir, se generan conos de sombras… Las torres son el prototipo de una ciudad neoliberal, donde el Estado ha dejado en los particulares el control del espacio público, lo cual es un disparate. Hay que tener en cuenta que la ciudad es pública y es de todos, no puede quedar en manos de un especulador sumado a unos funcionarios corruptos. El ciudadano tendría que poder decidir sobre lo que pasa en su barrio”.

“Puerto Madero es una iniciativa muy interesante, con una primera fase de recuperación muy importante, pero que no ha terminado de cuajar por dos cosas: no hay una vinculación clara con el centro histórico, no hay una pasarela peatonal: a Puerto Madero hay que ir, no se llega. No es como el Congreso, adonde uno llega paseando. Y segundo, lo que me parece un disparate, es la aparición de las torres frente a la Reserva Ecológica, que rompen el paisaje tradicional de la ciudad, el horizonte y el río. Han roto la imagen histórica. En definitiva, es una privatización del paisaje, que es un bien público. Esa consideración de que sólo importa la propiedad del terreno no puede ser. El caso de estas torres es el ejemplo típico de lo que no se debería hacer en una ciudad“.

“El problema del tráfico no tiene solución desde un punto de vista neoliberal, de que cada uno puede tener su coche y entrar a la ciudad. La política a implementar debe ser un mejoramiento del transporte público de superficie, del metro y del taxi, y una restricción cada vez mayor al acceso al casco histórico. El tránsito no sólo deteriora el casco histórico: el coche es un enemigo de la ciudad, es un instrumento estupendo, pero anula los espacios de sociabilización: donde hay muchos autos no se puede reunir gente”.

Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/reportajes/25-87381-2007-06-30.html
Fuente:http://www.arquimaster.com.ar/blog/?cat=6