lunes, 30 de julio de 2007

Un Estrada que insiste en demoler




Por Sergio Kiernan

El inefable Santiago de Estrada, presidente en ejercicio de la Legislatura porteña y legislador –saliente– del PRO, insiste en lo que parece ser su proyecto más amado, lograr que se demuela la vieja casona de la calle Membrillar. De Estrada demuestra así que ni siquiera la campaña por la segunda vuelta de su jefe político, Mauricio Macri, le importa tanto como los deseos de su verdadero lugar de pertenencia, la iglesia. Es que la casa de la primera cuadra de Membrillar, protegida como parte del APH 15 de Flores, fue demolida a escondidas por la parroquia de Flores, su dueña por legado. La parroquia quiere despejar el terreno de esa reliquia tan molesta, que lo desvaloriza. Y De Estrada no tiene problema: propuso una insólita “descatalogación” del edificio, retroactiva, para darles el gusto a sus reales líderes. El proyecto fue firmado además por Miguel “Pancho” Talento, que milita en el kirchnerismo, pero cuya señora madre es miembro de la parroquia demoledora. El 21 de diciembre, después de vaya a saber qué intercambio de figuritas, el proyecto pasó por la mayoría mínima de 31 votos. Y el 25 de enero, en un gesto que lo honra, el jefe de Gobierno Jorge Telerman vetó la ley. Telerman entendió que dejar que se demuela la casa de Membrillar significaba vaciar por completo el sistema de protección del patrimonio porteño, porque a partir de ese evento bastaba demoler –hecho consumado– y luego buscarse un amigo influyente –como De Estrada– que consiguiera una excepción.
Pues la historia no terminó: De Estrada deja su mandato en octubre, rumbo tal vez a cargos más exaltados, y quiere terminar su período de legislador –dador de leyes– rompiendo una. Parece que este jueves vuelve a la carga para revertir el veto de un jefe de Gobierno también de salida, darle el gusto a la iglesia y dejarnos con el sistema legal de protección al patrimonio quebrado. Y todo en el momento más álgido de la campaña electoral porteña.
La casa de Membrillar tiene una larga historia y es de las muy pocas construcciones del siglo diecinueve que quedan en lo que fue una ciudad, pasó a hermoso barrio bien construido, pero terminó casi completamente demolido y sobresaturado. En 2003, la casa fue demolida un sábado a la noche, como dicen justamente en Flores, de araca, y no desapareció porque los vecinos saltaron, denunciaron, protestaron, hasta llamaron al defensor del Pueblo. Se abrió una causa legal, que languidece mientras pasan los años, y entonces comenzaron las operaciones políticas.
Las razones que exhibe la parroquia, abundante y emotivamente enumeradas en una tensa audiencia pública en la Legislatura, para explicar por qué necesita el dinero, son inobjetables. Flores es un barrio con muchas necesidades sociales y su parroquia hace un trabajo más que activo en esta área. Pero ni siquiera esto exime a la iglesia de cumplir una ley tan clara y tan básica, cosa que sus defensores saben y que defienden, débilmente, con argumentos formales –que el correo, que la firma, que la comunicación– y airadamente acusando a los preservacionistas de ser anticatólicos. Membrillar es un bien protegido de manera clara y simple. No se puede demoler y si se demuele la pena es un FOT muy bajo, o sea un permiso para construir menos de lo que había en el lugar. Con lo que el terreno pasa a valer nada.
De Estrada, jefe de los legisladores, sabe esto, pero su actitud ya muestra rasgos de una rigidez difícil de entender. Hasta se le propuso, desde la Comisión de Patrimonio de su propia Legislatura, que se permita construir un edificio pero preservando la fachada original como parte de la nueva, recurso usado con éxito en varios edificios porteños. De Estrada se niega siquiera a considerar la opción.
Tal vez sea lo que se llama una actitud proactiva, o ganas de quedar muy bien con alguien. O tal vez sea simplemente una indiferencia completa hacia el tema patrimonial, a la historia. En ese caso habría que señalarle qué impresión crea que una figura prominente en un partido que aspira a conducir la ciudad dedique tanta energía a lograr excepciones para sus amigos.


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